Acabamos de llegar de Sarasota, (Je, je... sarasota...) en un viaje de estímulo por haber cumplido con las tareas de la emulación "Listos para la Defensa en la Segunda Etapa".
No tengo quejas, la verdad. Los compañeros de la casa de visita del Partido en Sarasota nos trataron muy bien. La CTC está puesta para la atención al hombre y el trabajo en las bases.Stop the presses! The New England Patriots are human!
Y esta otra: ¡San Francisco ganó!
I know. I'm a jerk.Mylene Fernández Pintado es una escritora nacida en Pinar del Río pero criada en 17 y k. Vive en La Habana, tiene un pie en Cuba y otro en Suiza. Globalización, que le dicen. Empezó como abogada en el ICAIC y miren por donde va ya. Nada mal, literalmente hablando. Varios premios en su curriculum (Gaceta de Cuba, Italo Calvino y UNEAC que tú conoces) y todavía sigue dando ján.Aquí pongo uno de sus muchos cuentos. Démosle un fuerte aplauso a...Pas de deux
Para G. Sopranzi.
El autor teclea el lugar y la fecha en que ha escrito la novela “La Habana, febrero 2005” unos cuantos renglones después de la última frase. Recorre orgulloso las páginas con el cursor y se detiene en algunos pasajes. Se siente complacido. Tiene una historia, pero sobre todo, tiene un personaje.
El personaje es magnífico. El autor lo ha enfrentado a los otros, a la vida, al destino y a sus propios pensamientos. Ha reaccionado bien, muy bien. El personaje tomará a los lectores de la mano, la novela comenzará a discurrir y el personaje aclarará cuáles son sus intenciones y su carácter. Conducirá la historia a buen puerto y a los lectores al disfrute de un buen libro. Para eso lo ha creado.
Suena el timbre de la puerta. Hoy, sábado, es el día de los vendedores clandestinos de huevos, carne y leche. De helado de fresa y turrones de coco. Decide que no abrirá. Está escribiendo y tiene el refrigerador vacío. Todo por la literatura, hasta las parrillas desnudas.
Tocan insistentemente. Piensa en el chiste de Mafalda... ¿Y si es la felicidad? Abre sin usar la mirilla de la puerta. Si es la felicidad, que lo sorprenda ahora que es muy feliz con su obra.
Es el personaje, que lo observa con una mirada salida de ninguna parte. Como si no tuviera carácter ni intenciones. El autor se da cuenta de que hay algo extraño en la cabeza del personaje.
El personaje tiene el pelo de dos colores y texturas. El autor recuerda que en la página 2 describió que era muy oscuro y caía lacio sobre la frente. Doscientas páginas después escribió la frase -ahora se percata- “el pelo color de las cucarachas rojizas, se alzaba como con deseos de alcanzar el cielo”. Muy a su pesar el autor piensa en las cucarachas voladoras.
El personaje no parece enfadado por esta incoherencia física. El autor no recuerda si el personaje era presumido o si no le importaba su aspecto. Está vestido con una página en blanco.
El personaje dice que viene a aclarar sus intenciones y su carácter. Al mismo tiempo, hace un ademán de irse. Pero se queda parado en el umbral. A la vez que repite que viene a aclarar su carácter y sus intenciones, se despide.
El autor le ruega que pase. El personaje dice que no puede pasar si el autor no lo escribe. El autor toma al personaje de la mano y corre hacia la computadora. No puede soltar al personaje, debe tenerlo fuertemente asido con la mano izquierda mientras con la derecha revisa el texto.
Se queda espantado con ciertos pasajes. El personaje llora con la cara más feliz que pueda imaginarse. El autor le pide disculpas. El personaje se arrodilla y trata de pegarle. El autor golpea al personaje. Aprovecha que el personaje está en el piso recitando salmos (¡Dios mío-recuerda, -es la tontería de la página 45!) para buscar una cuerda y lo ata a la silla junto a la computadora. El personaje dice que lo ama. Pero el autor sabe que no ha escrito la palabra masoquista en ninguna parte del texto.
- Si elimino todo lo que he escrito desaparecerá. Lo he inventado yo. Es un engendro - reconoce el escritor mientras hace un nudo tras el otro.
El personaje se ha quedado dormido. El autor se sienta frente a su obra, la elimina. Vacía la papelera de reciclaje. Pero el manuscrito no desaparece. Ni el personaje. Repite la operación una y otra vez sin resultado.
El personaje se despierta y se desata fácilmente. Dice que tiene hambre, no ha comido desde la página 1. Hace 405 páginas que no come. El autor va al refrigerador, está vacío. Ha estado escribiendo muchos días y no ha abierto la puerta a los vendedores clandestinos. El personaje repite que nadie puede pasar 405 páginas sin comer. El autor le trae un vaso de agua. El personaje comienza a gritar. En 405 páginas ha bebido 370 vasos de agua y no ha orinado ni una vez. Y lo hace sobre la butaca del autor. El autor deberá botar la butaca, era un regalo de su abuela, el sitio donde ella leía historietas, convencida de que era el único género que merecía ser llamado literatura.
El autor tiene ante sí el texto que no desaparece. Lee la página 1. El personaje dice que no quiere estar parado a las 3 de la mañana en el Bosque de La Habana, vestido con un short y una camiseta. Que tiene frío y ese lugar es peligroso por la madrugada.
Repite que tiene hambre. El autor empieza a escribir sobre el manuscrito anterior, que solo desaparece bajo las nuevas palabras. El personaje está comiendo en su casa, vestido con un pijama. El personaje protesta. Los pijamas le parecen cosas de viejos. Son poco “sexy”. Además quiere que escriba que es vegetariano. El escritor le aclara que no puede ser vegetariano porque sería muy caro y el personaje no tiene mucho dinero, es crítico de cine y artes plásticas.
El personaje quiere trabajar en una firma extranjera y ganar 700 dólares al mes. No quiere ser crítico de cine porque los criterios cinematográficos del autor son asquerosos. Al personaje le gusta Woody Allen y el autor lo ha hecho criticar Delitos y Faltas en la página 75, diciendo que el guión no es bueno y que Anjelica Houston no está en su mejor momento. Pregunta al autor si sabe algo de cine. El autor se ofende, está convencido de que su cultura es vasta. El personaje dice que basta.
Comienzan a examinarse uno al otro. Cuando el autor no sabe responder que Pat Garrett and Billy the Kid es un film de Sam Peckinpah, el personaje bebe agua para celebrar pero esta le sale por los ojos, parece un llanto extraño. Queda aclarado que al autor no sabe de cine, según el personaje. Por eso prefiere ser vice gerente de una empresa extranjera, ganar 700 dólares y conducir un Toyota Corolla. Y alimentarse con vegetales y aceite de oliva extra virgen.
El autor se da cuenta de que tendrá que pactar con el personaje o se quedará sin historia. Le explica que eso de ser vegetariano es imposible, que no es coherente. La palabra “coherente” hace cantar al personaje. El autor hace caso omiso de la canción -un fado tristísimo- y explica al personaje que los vice gerentes de las firmas que manejan Toyota Corolla nunca son vegetarianos. Que comen carne y beben vino. Que eso de ser vegetariano va bien para los artistas, pero no a los empresarios.
Pero el autor no ha hecho al personaje razonable. Escribe entonces que el personaje está sentado en su casa mientras come razonablemente. El personaje se ha vuelto razonable y pregunta qué es comer razonablemente. El autor le dice que es comer poco y bien. El personaje asiente comprensivo y acepta no comer solo vegetales.
- Ya que no soy un crítico de artes plásticas, puedes eliminar las 42 páginas en las que describo o describes, para ser más exactos, La Anunciación de Da Vinci. Tienes manía de mostrar a todos que posees cultura universal, pero lo que haces es presuntuoso y aburridísimo y tu descripción no aporta nada. Solo demuestra que eres un imbécil con complejo de inferioridad por ser del Nuevo Mundo.
El autor ama profundamente esas 42 páginas en las que deja más que claro que sabe de pintura y sobre todo, que estuvo en la Galleria degli Uffizi. Incluso llama al cuadro L’Annunciazione. Toda una exposición de sus conocimientos para recreo de los lectores.
-Un ladrillo -riposta el personaje mientras cita de memoria “...la tipología del delicadísimo rostro de la virgen niña rebosante de una infinita dignidad y alta conciencia, que quedará como representativa del primer período florentino...”El autor no puede evitar sentirse culto y feliz y asiente con la cabeza maravillado ante sus propias palabras. Pero es verdad que ahora que el personaje no es crítico de arte no tiene mucho sentido. Trata de guardarla en otro documento pero el personaje no se lo permite.
-Es por tu bien, si lo mantienes en tus archivos, correrás el riesgo de incluirlo en otra novela, eres demasiado vanidoso.
A continuación, el personaje critica razonablemente el exceso de adjetivos, de metonimias y metáforas, la ausencia de un estilo sostenido, los cabos sueltos, las frases impuestas donde ya no cabe ni una letra más. La repetición de vocablos -en diez páginas ha contado más de 40 veces la palabra excelso.
El autor comienza a incomodarse. El personaje explica razonablemente que lo está ayudando, que eso es lo que necesitan todos los escritores, un lector amigo. Para el autor, el personaje es un lector enemigo porque está convencido de que a los amigos siempre les gusta todo lo que uno escribe. El personaje dice que no es cierto, que esos son los aduladores, que por detrás dicen horrores de su obra. El autor está fuera de sí. Pero el personaje continúa enumerando faltas, excesos, incoherencias, autocomplacencias, de manera razonable.
Hasta que el autor no puede más. El es un escritor. Tiene muchos premios y publicaciones. Todos lo aman. Imparte conferencias y clases magistrales, es jurado en los concursos. Escribe para todos los periódicos y revistas. Lo entrevistan en la radio y la televisión. Su nombre aparece en innumerables sitios de internet. Sus alumnos lo veneran. Es temido por sus rivales.
La cara del personaje es casi de conmiseración y esto saca de quicio al escritor que, fuera de sus casillas, ataca al personaje.
El personaje es más fuerte, está bien alimentado y es razonable. Vence al autor casi sin tocarlo -en la página 84 escribiste que practicaba haikido- le recuerda.
Una vez terminada la pelea, el personaje ata al autor con una cuerda y comienza a escribir una historia en la que él es un crítico de cine que ama a Woody Allen y opina que Anjelica Houston es una magnífica actriz. Y mientras cancela feliz las frases “...increíble exactitud, crómatica y gráfica de la representación del prado florido, tan objetivo y vitalizado como el fastuoso y monumental atril frente a la Virgen...” piensa que La Anunciación de Da Vinci es una de las que más le gustan. Y que si tocan los vendedores clandestinos, les abrirá la puerta.
Mylene Fernández Pintado.
Montagnola, 2006.