lunes, 18 de agosto de 2008

Dibujitos y otras hierbas que suelo rumiar


Evora Tamayo, escritora y guionista cubana, me ha mandado desde New Jersey un texto que José Luis Paniagua escribió para EFE sobre la situación del humor gráfico cubano, basado parcialmente en las opiniones de algunos protagonistas con criterio confiable sobre el tema.

Tamayo, que también es una persona que sabe del asunto, me ha advertido en su email que el escrito era objetivo, no venenoso.

Pongo el artículo de Paniagua porque tiene que ver con algo que le empecé a escribir para Ichikawa hace un rato ya. Por supuesto, Ichikawa no sabe que lo tengo embarcado porque tengo horarios de ladilla oligofrénica y la ética laboral de un armadillo en supermercado. Mi escrito inconcluso toca algunos de los enfoques que aparecen más abajo.

Pero como soy un caretas, quiero que se lean lo que me mandó Evorita (I love you, Ev!) y a lo mejor hasta tienen que aguantar mis reflexiones al respecto. Pongo el texto tal y como me lo mandaron, y asumo que así fue publicado.

Señoras y señores, Paniagua, sobre la caricatura cubana y su situación actual.




Tras décadas de censura -o autocensura-, darle vueltas y más vueltas a las ocurrencias sobre Estados Unidos y el paso de la crisis económica de los 90, la caricatura cubana atraviesa por una situación que algunos califican de mala, otros de regular, pero a nadie mueve a la risa.

Por José Luis Paniagua / EFE- Reportajes

En la Cuba de la crítica de Raúl Castro, el espacio por antonomasia para la contradicción: el humor, se encuentra, particularmente en su versión gráfica, ante una atrofia reconocida por los propios dibujantes, la falta de espacios propios y no pocos lastres.

Los problemas han sido recogidos por la prensa oficial. El libelo Trabajadores apuntaba a principios de año la falta de difusión de la “caricatura de índole crítica enfilada a combatir de modo constructivo nuestras deficiencias internas”.

Cuba es un país de larga tradición caricaturesca. Revistas como ZigZag y nichos permanentes en publicaciones como Bohemia y Carteles fueron espacio para la mofa y la crítica durante los gobiernos de Machado, Prío o Batista.

En 1961 nacieron El Pitirre y Palante, del que el dictador Fidel Castro dijo que venía a llenar el “vacío” dejado por revistas como ZigZag, cerrada tras publicar una caricatura del tirano cubano no se tomó nada bien.

La publicación, que hoy depende del Comité Central del Partido Comunista, como el libelo Granma, es ahora una condensación de todo tipo de manidos chistes sobre Estados Unidos y “humor blanco”, como definen en Cuba a la ocurrencia inocua.

La dictadura tiene hoy escasas publicaciones y poca frescura en sus temas, de acuerdo a los propios dibujantes, y mientras algunos afirman que en la prensa oficial se empiezan a abrir espacios a la crítica a problemas señalados por la tiranía, para otros la crisis heredada ha dejado secuelas que llevará tiempo solucionar.

EL PERIODO ESPECIAL ECONÓMICO... E IDEOLÓGICO.

Buena culpa de los males que aquejan no sólo a la caricatura sino al humor cubano en general vienen del “periodo especial”, como se denomina en Cuba a la crisis económica que se abrió tras el derrumbe del campo socialista europeo.

El Dedeté pasó de tirar 300.000 ejemplares y ser un “fenómeno de masas”, en palabras del caricaturista Ajubel -hoy en España- a quedar relegado a testimonial complemento del libelo Juventud Rebelde.

Manuel Hernández (Manuel), reconocido exponente de la caricatura de aquella época, decidió retirarse a su casa de Matanzas y cambiar el dibujo en los papeles por los motivos alfareros en artículos de recuerdo para los turistas de Varadero.


“Para asombro mío me fue muy bien como pintor y dibujante de cerámica”, dijo Manuel, quien no duda en afirmar que “la caricatura colapsó prácticamente”.

Integrante de la dorada generación de los 80 con Ajubel, Carlucho y otros que optaron por abandonar el país, Manuel señala que el humor gráfico “está mal, como está mal el humor que se hace en teatros o en otros lugares”.

“Como no hay espacio y hubo un impás muy grande no se ha recuperado”, agregó el dibujante, que esporádicamente hace algún trabajo para medios locales.

La pérdida de aquellos caricaturistas provocó un vació que pesa a la hora de explicar la situación actual, coincide Arístides Esteban Hernández (Ares).

“Se perdió una continuidad de gente que sabía hacer buen humor y se quedaron una mayoría de gente que utilizan códigos reiterativos, maneras de hacer que son fáciles y que no se meten en problemas con nadie”, dijo Ares.

Para el que es uno de los dibujantes cubanos más reconocidos internacionalmente, “mucha gente se ha quedado en la tranquilidad, en esa manera de hacer, y es muy difícil romper la inercia de eso”.

Ares lamenta que “la tendencia” en general en la caricatura “es a la mediocridad, a adaptarse a códigos, a maneras de hacer y muchas veces a engancharse con el panfleto”.

“Funciona porque está en la línea editorial del periódico o porque es bueno desde el punto de vista político, como la patada en el fondillo al Tío Sam, cosas que se hacían hace 40 millones de años que a lo mejor funcionaban, pero ya no funcionan”, dijo.

CENSURA Y AUTOCENSURA

Sobre los hombros de Juan Padrón recae la nada pequeña responsabilidad de haber puesto “muñequitos” (dibujos animados) en la infancia de la práctica totalidad de los cubanos que nacieron después del triunfo de la revolución.

Padrón fue fundador del Dedeté, trabajó años en el libelo Juventud Rebelde y vio cómo algunos de sus personajes más famosos como Vampiros en La Habana o Los Piojitos eran censurados en ese ámbito pero paradójicamente encontraban sitio en el séptimo arte.

“Me dijeron que lo de los vampiros parecía una burla a las palabras del comandante en jefe sobre Vietnam, de que estábamos dispuestos a dar nuestra propia sangre”, dijo Padrón, al recordar los motivos que la censura esgrimió para sacar a sus personajes del diario en los 70.

El dibujante, Premio Nacional de cine 2007, señala que en Cuba “la crítica siempre fue como un insulto personal”, que en no pocas ocasiones ha ido acompañada de la letanía de que cuestionar algo es “darle armas al enemigo”.

“Hacías un chiste de médicos y todos los médicos se podían insultar, si hacías un chiste de un policía tenías que mostrarlo al Minint (Ministerio del Interior) porque, claro, podían ofenderse”, dice.

Kike Quiñones asegura que no se puede decir que los humoristas sean un “sector perseguido”, aunque “en muchas ocasiones hemos sido censurados y sobre todo ha habido escalones intermedios que han intervenido mucho”.

Lázaro Medina (Laz), tuvo que dar explicaciones a un “compañero” sobre las intenciones que le impulsaron a dibujar un chiste con el que quiso criticar el tratamiento que se hace del deporte en el sistema de información del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).

Foto de arriba: Platos de cerámica confeccionados por el humorista cubano Manuel Hernández (Manuel), reconocido exponente de la caricatura, quien decidió retirarse a su casa de Matanzas y cambiar el dibujo en los papeles por los motivos alfareros en artículos de recuerdo para los turistas de Varadero.


Mañana postearé mis puntos de vista, que no quiero marearlos con tanto texto.

Esto es un blog, no una cátedra.

9 comentarios:

  1. Ñoooo esperar hasta mañana???? Con lo bueno que esta el tema...
    Bueno que remedio.
    Saludos desde Madrid

    ResponderBorrar
  2. sorry, man.
    es que quiero que la egente se lo lea hoy antes de colgar mi mamotreto.
    creo que es demasiado texto poner las dos cosas juntas.
    un saludo malanguero.

    ResponderBorrar
  3. Oye Garrincha... ¿ Tù sabes si Varela se està tomando sus pastillas ?
    Ahora cerrò los comentarios y nos jodimos todos los que descargàbamos en su blog. Yo no me atrevo ni a mandarle un email, que cuando tiene el loco subìo, es mejor dejarlo que refresque...
    ¡ Viva El Nuevo Herald !
    ¡ Abajo Varela ! Jejeje.

    ResponderBorrar
  4. varela está ok.
    tranquilo.
    ¿el nuevo herald namá? ¿y el viejo herald no?
    más respeto con la tercera edad.

    saludos, bro.

    ResponderBorrar
  5. Oye Garrincha, lo que la gente no acaba de entender es que la culpa no es de los humoristas, es del filtro por donde le pasan las pinchas y si no las pasas te pasan a ti.

    saludos bro y pasa por la oficina cuando tengas un chance

    ResponderBorrar
  6. ¡Por supuesto que la culpa no es de los humoristas ! Ahora me acuerdo que hace como dos horas, vì dos muchachos de color que doblaron la esquina corriendo...

    ResponderBorrar
  7. Ahì los dejo con el Totì a cuesta...

    ResponderBorrar
  8. Espero manana, estimado Garrincha. Por supuesto que la culpa no es de los humoristas, sino de quienes castran castrista y castrianamente a los humoristas.

    Suerte tenemos de que muchos hayan escapado del castratamiento.

    ResponderBorrar